A mi edad, al menos para mí, es bastante sencillo. Lo consigo hablando con esa persona, sin más. Te das cuenta en seguida. Compruebas lo rápido que capta los conceptos complejos y los estructura siguiendo una linea de pensamiento lógico.
Sin embargo, lo que más me interesa es detectar si detrás de su alta inteligencia se oculta un corazón bueno. Porque las soluciones a nuestros problemas sólo se encuentran por personas integrales que concilien el corazón con la razón. Como bien decía Blaise Pascal: “Hay razones del corazón que la razón no entiende”.
Cuando decimos que una persona es buena no lo decimos porque es muy sabia, porque es muy lista o inteligente, porque tiene mucho dinero y propiedades o por que destaca por su belleza. Lo que decimos porque tiene buen corazón. Curiosamente, el significado de buena persona es el mismo en todos los idiomas, al menos en los que conozco.
Por ello, no me interesa la inteligencia sola porque puede ser fría y dura como el acero. La inteligencia no garantiza la empatía, ni la generosidad, ni la tolerancia, ni el respeto a las demás personas. Tampoco la inteligencia en sí misma se compromete con la construcción de un mundo mejor. La inteligencia puede ser avariciosa, egoísta, mentirosa y cruel. Solamente la razón cuando trabaja junto con el corazón es cuando se consigue llegar a ser el superhombre o supermujer que tanto necesitamos para hacer frente a los graves retos de futuro que nos esperan.