Hasta ahora, otro de los grandes errores que se han cometido en la ordenación territorial y en la planificación urbanística ha sido el de considerar el futuro como una extrapolación del presente y del pasado. No hemos interiorizado que nos enfrentamos a un cambio de modelo energético y productivo que, a su vez, demanda un cambio socio-organizacional profundo y que afecta directamente al propio modelo de planificación territorial.
Además, la planificación del espacio debería haber ya asumido no sólo el agotamiento progresivo del petróleo y del gas natural, sino que debería también haber contemplado cómo hacer frente a los impactos negativos debidos al cambio climático ya iniciado y los debidos al envejecimiento de la población.